Amen
Así, sin tilde
Paco aparca los coches.
Ramón el gitano, buen guitarrista flamenco, se pincha por las esquinas.
Joaquín, el niño la lata, con sus dedos destrozados, pide alguna moneda.
Antonia, bailaora estupenda, que comenzó haciendo polaroids y vendiendo claveles, acabó con una manta sucia encima en los inviernos.
En esta fecha. Como todos los años, desde hace 50, recito la máxima Fremen: Nunca perdonar, nunca olvidar.
Todos cuentan lo mismo: el cielo se volvió rojo. Huyeron a la playa en manadas, sin saber qué había pasado, hasta que empezaron a llegar los heridos tiñendo también de rojo las escaleras de mármol del Hospital Mora. Al principio pensaron que era el fin del mundo, que americanos y rusos se habían -por fin, como se esperaba- vuelto locos e intercambiaban bombas nucleares. Los barcos anclados en el muelle radiografiaban obsesivamente el mismo mensaje: ayuda, Cádiz está ardiendo. Sin luz, sin teléfono, sin telégrafo, sin esperanza. Pregúntale a cualquier viejo y te contará las mismas historias: el taxista que llevaba el brazo por fuera de la ventanilla y se quedó manco, la gente que se quedó tres días en la playa y no quería volver, como el médico de Manolete tiró todo el suero que suponía envenenado y que se había usado para las transfusiones del diestro (esta es falsa, porque Manolete murió 10 días después de la explosión), los bebés muertos en la Casa Cuna con las monjas y las cuidadoras, los que veraneaban todos los años en San Severiano y se salvaron porque la mujer de la casa estaba a punto de parir, el sordo que no oyó la explosión. Cómo Franco estuvo a punto de convertir la zona arrasada en base militar, cómo le escatimó el reconocimiento a los héroes. Y los héroes, y las víctimas y la sangre. Pero todos cuentan lo mismo: el cielo se volvió rojo. En 1947. En Cádiz.
¿Y por qué no conocer bien a las amigas y los amigos y, con ellos, disfrutar el mundo mientras el enemigo se desgañita dando golpes contra el muro de la indiferencia?
Un buen consejo del Profesor Portillo
Parte de la eternidad que divide los dominios de la decepción de los del reino de la esperanza.
Ambrose Bierce (El Diccionario del Diablo)
Un tailandés preguntó en el grupo de USENET soc.culture.spain (en 1994): ¿Cómo es Sevilla? Intenté responderle y me salió una respuesta bastante inútil. La encontré de nuevo entre los ficheros del disco duro hoy. Y me sorprendió (¿o no? ¿acaso Sevilla no es eterna?) ver que sigue siendo igual de inútil, igual de válida. La escribí a vuelapluma, pensando en algún día hacerle correcciones, pero nunca tengo tiempo o ganas. Aquí os la dejo, tal cual.
Asumid que tiene varias décadas y hay cosas que han cambiado y otras, desgraciadamente, no.
Una sociedad sostenible sería aquella que intencionadamente limita el número de nacimientos y su consumo para mantenerse dentro de la capacidad de su territorio. No he oído hablar de ninguna que haya hecho eso.
Jay Hanson
Rey de los hunos, emperador del mundo. Desplazó a los bárbaros que ocuparon el imperio romano a mediados del siglo V. Por su culpa, anglos y sajones ocuparon Inglaterra, los suevos Galicia, los longobardos Italia y los godos España, Francia y Alemania. Sitió dos veces Constantinopla, tomándola una de ellas y arrasándola con las epidemias que traía consigo el ejército. Trajo la peste a Europa por primera vez. Cuando Honoria, una de las herederas del Imperio, le pidió ayuda, Atila le exigió como dote todo el Occidente. Al negarse aquella, el huno declaró que de todas formas, tomaría lo que era suyo. Godos y romanos se aliaron para contenerle en los Campos Cataláunicos. Cuando volvió a su palacio trasdanubiano a descansar y casarse con la bella Ildico, murió de una hemorragia nasal o de un ataque cardíaco. Sus guerreros se cortaron con sus espadas porque al azote de Dios no se le debe llorar con lágrimas, sino con sangre.
Tenía 47 años cuando murió. Como Nelson, Bolívar, Garland, Goebbels, Piaf o Pirro.
¿Qué prefieres: un hermoso, grueso, jugoso tierno bistec de añojo o un segmento de tejido muscular extraído del cadáver de un rumiante castrado e inmaduro?
R. A. Heinlein, Si esto continúa así…
Buscábamos la verdad y nos ofrecieron veracidad. Nos conformamos con la veracidad pero nos dieron verosimilitud. Creímos la verosimilitud, mas la tornaron en falacia. Aceptamos la falacia y henos aquí en la mentira. Y así, gradualmente acostumbrados, ni siquiera nos sentimos engañados.
Se lo copié a Luis Pabón hace muchos años
Un día pensamos que con un clavel podíamos tapar la boca de los fusiles.
Hoy ellos no necesitan fusiles y nosotros no tenemos claveles.
Cuando llegué al colegio, faltaban seis compañeros de mi clase de sexto de bachillerato (el penúltimo curso de enseñanza secundaria de entonces). Teníamos quince o dieciséis años y casi ninguno de nosotros había besado todavía a una chica.
La diferencia entre un hombre inteligente y uno tonto es que el tonto siempre comete los mismos errores.
El inteligente, en cambio, los comete siempre distintos.
Cortesía dEl florido byte
La gente se preocupa porque los niños juegen con pistolas o vean videos violentos, por si algún tipo de cultura de violencia los corrompe.
Nadie se preocupa porque los niños escuchen miles, literalmente miles, de canciones sobre corazones rotos, rechazo, dolor, miseria y pérdida.