A modo de haiku nipogaditano
¡Si los jardines zen
los hicieras
con rocas ostioneras!
Estaba a la orilla de la Gran Cisterna. Esta tenía una puerta, por la que entraba un brazo de río. Había también allí un talismán que atraía a los atunes por el mes de mayo.
Cuando llegué al colegio, faltaban seis compañeros de mi clase de sexto de bachillerato (el penúltimo curso de enseñanza secundaria de entonces). Teníamos quince o dieciséis años y casi ninguno de nosotros había besado todavía a una chica.
Jamás hubiera pensado en esta salida profesional
Siete altares de Hércules y sus siete faros te irán indicando el camino. Contemplarás el primero de ellos en el farallón de Calpe y el segundo en Melaria, a un día de navegación. Verás la efigie del dios Ra coronando los acantilados de Baelo y la cuarta estatua asomará en los declives de Baessipo; la quinta luce con el fulgor del oro en la rocas de Mergablum y el sexto día de travesía aprecerá a tu diestra el templo de Melqart. Finalmente, el sexto día avistarás el santuario de Baal Hammón, cerca de la bocana del puerto gadirita.