Paradoja criminal
Después de cortarle la cabeza, lo enterraron vivo
Lapsus Calami en La muerte de Mongomer, Henri Zvedan (otro), citado en 2666, de Roberto Bolaño.
Después de cortarle la cabeza, lo enterraron vivo
Lapsus Calami en La muerte de Mongomer, Henri Zvedan (otro), citado en 2666, de Roberto Bolaño.
León Gieco.
Nosotros no somos como los Orozco,
yo los conozco, son ocho los monos:
Pocho, Toto, Cholo, Tom,
Moncho, Rodolfo, Otto, Pololo.
Yo pongo los votos sólo por Rodolfo,
los otros son locos, yo los conozco, no los soporto.
Stop. Stop.
— ¿A cuántos hombres has olvidado?
— A tantos como mujeres tú recuerdas.
— ¡No te vayas!
— No me he movido.
— Dime algo agradable.
— Claro. ¿Qué quieres que te diga?
— Miénteme. Dime que me has esperado todos estos años. Dímelo.
— Te he esperado todos estos años.
— Dime que habrías muerto si yo no hubiera vuelto
— Habría muerto si tú no hubieras vuelto.
— Dime que me quieres todavía, como yo te quiero.
— Te quiero todavía como tú me quieres.
— Gracias. Muchas gracias.
Inmortal diálogo de la película Johnny Guitar, recordado gracias a un comentario en el blog de Tíscar, hace ya 16 años.
La flecha disparada por la ballesta precisa de Guillermo Tell parte en dos la manzana que está a punto de caer sobre la cabeza de Newton. Eva toma una mitad y le ofrece la otra a su consorte para regocijo de la serpiente. Es así como nunca llega a formularse la ley de la gravedad.
Ana María Shua, citada en Todavía, comentando Por favor, sea breve.
La gente se preocupa porque los niños juegen con pistolas o vean videos violentos, por si algún tipo de cultura de violencia los corrompe.
Nadie se preocupa porque los niños escuchen miles, literalmente miles, de canciones sobre corazones rotos, rechazo, dolor, miseria y pérdida.
La mujer rica le enseña a su hijo lo feo que es estar sucio.
La mujer pobre le enseña al suyo lo hermoso que es estar limpio.
Atribuído a Jodorowski
Una de las muchas versiones que circulan de este clásico por las facultades de Matemática. Feliz #DiadePi y #DiadelaMatematica
embébese Esther del leve mecer del relente:
-Excelente, vegeté tres meses en el éter… ¡fetén!
De repente Pepe, ese mequetrefe que es el gerente de Mercedes Benz, se yergue de entre el verde césped, emergente el repelente pene.
Por una mirada inquieta,
por un suspiro aleve,
por un aire de silencio
suave y breve,
por una sombra de tristeza
Yo sé que te fuiste
ayer,
de repente y triste
ví los ojos de mi hijo,
atardecer…
La luna no hace que a las mujeres les baje la regla.
Es la energía de todas las mujeres del mundo la que hace a la luna menguar y crecer hasta luna llena.
Por eso sangramos. Porque cuesta hacer girar un universo.
Texto de Julio de la Rosa visto en lo de Fitopaldi
Lo peor de todo no es volver a verte todos los días a la hora del aperitivo. Ni siquiera recordar tu cuerpo desnudo, tu tatuaje secreto, esa serpiente que parecía avanzar lentamente hacia tu sexo inflamado por el deseo, tu lencería de seda azul eléctrico acariciando tus pezones erectos, tus gemidos, tus miradas…
Todo nació de la rueda del molino,
el amor, la hacienda, los hijos,
molinera y molinero muelen a una,
las rubias espigas del trigo.
J.R.P.S. (21/10/1928-2/3/2005)
La música dio color a mi vida. Quitó el frío de mis manos (y de tu alma). Me hizo soportar tu pérdida. Me hizo olvidar tu adiós. Me dio amigos. Y bares, y alcohol. Y sexo con turistas deseosas de una aventura. Me dio jazz y blues. Me dio años.
Siete altares de Hércules y sus siete faros te irán indicando el camino. Contemplarás el primero de ellos en el farallón de Calpe y el segundo en Melaria, a un día de navegación. Verás la efigie del dios Ra coronando los acantilados de Baelo y la cuarta estatua asomará en los declives de Baessipo; la quinta luce con el fulgor del oro en la rocas de Mergablum y el sexto día de travesía aprecerá a tu diestra el templo de Melqart. Finalmente, el sexto día avistarás el santuario de Baal Hammón, cerca de la bocana del puerto gadirita.
Tú estabas en Londres abortando el hijo que nunca tuvimos -aquí no se podía abortar legalmente, aunque se hacía en condiciones inhumanas-. No habíamos salido al extranjero. A ti te echaron las monjas del colegio y te mandaron a casa, pero te fuiste al Parque de los Príncipes a fumar porros. Yo estaba perdiendo al ajedrez cuando empezó a sonar la música militar en la radio del bar. A ti, que compartiste mi vida tantos años, aún no te conocía. Tú habías huido de mí y lo viste con la boca abierta y alucinada en una televisión australiana donde nunca daban noticias de España.