En el siglo V adC ya nos avisaban que una de las causas del dolor es la separación del objeto amado. Y no se ofendan por lo de objeto, que traducir del sánscrito no es fácil.

Para pelearse con el dolor hay varias posibilidades. Algunos orientales, creyéndose estúpidos y sabiéndose sabios, o viceversa, dejan de amar para evitarlo y se convierten en samurais o en pokémones. Algunos occidentales, sabiéndose estúpidos y creyéndose sabios (o viceversa) incrementan el amor hasta que el dolor llega a límites insoportables, se convierten en romeos y julietas, y acaban suicidándose en una iglesia como ejemplo para futuras generaciones de amantes. O escriben tangos. O peor aún, boleros.

Yo, que me sé estúpido, me paso el día mirando la bandeja del correo y los mensajes del móvil, esperando esa palabra que no va a llegar. Cómo también me creo sabio, intento conformarme con lo que me queda de ti: el amanecer que no tuvimos y la salada infinitud del horizonte en tu mirada.


Cuento del mes de Julio de 2023