Originalmente publicado por este vuestro servidor en Cibersur nº 7 (1999), aunque está basado en unos cursos sobre Computación Ubicua que di del 89 al 93.

Propongo un ejercicio: Vaciad vuestros bolsillos encima de la mesa, comprobad vuestra cartera o mochila y observad la redundancia del equipaje que arrastramos todos los días.

Veamos: Llaves de casa, llaves del trabajo, llaves del coche (o de la moto o del candado de la bicicleta). Dinero suelto, billetes. Bonobús o tarjeta de transporte. Teléfono móvil. Documentos para el trabajo o apuntes para la facultad. Ordenador portátil, si nuestro trabajo lo requiere o podemos permitírnoslo. Si no, posiblemente disquetes o magnetoópticos. Carné de identidad, de conducir, de la facultad (o acreditación para la oficina). Del gimnasio o de la piscina, de la asociación de vecinos, del club de fútbol o baloncesto… Tarjeta del cajero, VISA o AMEX, de la otra cuenta bancaria,… Tarjeta de los grandes almacenes, de la agrupación de comerciantes del centro, de la competencia de los grandes almacenes… Boleto de la lotería primitiva o quiniela y papeleta de la rifa del colegio de la sobrina… Un panfleto con la programación de nuestra sala de Jazz favorita y una octavilla con la cartelera local. Quizás un horario de autobuses o trenes o aviones… Cinco papeles autoadhesivos recordándonos teléfonos o citas. El resguardo de la reparación del radiocassette del coche. El carné de donante de sangre, el de la biblioteca… y así, casi ad infinitum.

Sin embargo, la mayor parte de estos documentos o instrumentos son redundantes: ¿por qué no podemos almacenar toda la información de las diferentes bandas magnéticas de nuestras muchas tarjetas bancarias o de compra en una única tarjeta y decidir en cada compra o retirada de metálico a qué cuenta queremos asignar la operación?. Así, nuestra tarjeta sería simultáneamente VISA, AMEX o MasterCard. Y ServiRed o 4B o 6000.

Y siguiendo en esta línea, ¿por qué no almacenar en la misma tarjeta toda la información referente a compras? La tarjeta de los grandes almacenes, la de las tiendas del centro, la del hipermercado… ¿Por qué el monedero electrónico tiene que ser una tarjeta separada? Seguimos hablando de dinero: ¿por qué no encargar a nuestra tarjeta la gestión de los resguardos de loterías y de las reparaciones? Toda esa información puede digitalizarse fácilmente y cargarse sin demasiada ocupación de banda.

¿Y la información acerca de nosotros mismos? La misma tarjeta puede servir de carné de identidad, de permiso de conducir, de carné de facultad o identificación laboral, de controlador de préstamos de libros en la biblioteca o de cintas de vídeo en el videoclub, de registro de nuestras donaciones de sangre o de nuestros análisis de colesterol.

Si esa información está ya almacenada, demos un paso más. Usemos esa tarjeta como llaves. Además, las cerraduras pueden registrar quien las ha utilizado, lo que puede ser muy útil en muchos casos. Por ejemplo, para control de horarios. Habrá problemas de defensa de la intimidad que resolver, por supuesto, pero eso puede solucionarse. No sólo la tarjeta universal sustituye a la del gimnasio, sino que puede cargar en nuestra cuenta la utilización real que hemos hecho de las instalaciones. Y sustituye al bonobús o a la tarjeta de transportes sin dificultad.

¿Y si añadimos un poco de inteligencia a la tarjeta? Por ejemplo, capacidad de comunicación con otros aparatos. Eso permitiría usar nuestra tarjeta universal como llave de acceso no sólo física, sino también electrónica. Recordemos que casi cualquier aparato electrónico lleva hoy incorporados microprocesadores. Ya hay hornos programables desde internet, por ejemplo.

Si nuestra tarjeta es capaz de comunicar nuestra posición a los aparatos que se encuentren conectados a la red, podemos conseguir, por ejemplo, recibir las llamadas telefónicas allí dónde nos encontremos, sin necesidad de llevar un teléfono móvil encima. Hoy en día, no se telefonea a las personas, sino a los terminales. Eso cambiaría con una red bien diseñada. Y no necesitaríamos llevar encima un ordenador personal o disquetes. Ni carpetas llenas de papeles. Nuestros programas y documentos, nuestros apuntes de la facultad, nos seguirían de ordenador en ordenador, cuando fueran reclamados mediante un código de nuestra tarjeta.

¿Fantasía? No. Existen ya prototipos. Y hay muchas más posibilidades. Pero nos estamos quedando sin espacio para analizarlas. Continuaremos vaciando nuestros bolsillos de basura en el próximo artículo.

Si bien es verdad que el móvil hace ya algunas de estas cosas, todavía queda mucho por adelantar.