Ciertas mujeres no soportan mucho tiempo a los poetas,
los aman como ráfagas,
se encienden escolares, casi diría románticas;
en términos de caza puede afirmarse
que son presa fácil de las balas
porque las hipnotiza el reflector sobre los ojos

Aprender a mirar las azoteas,
descubrir angelitos bajo antiguos balcones.
Caminar sin paraguas en la lluvia.
Saber del ojo secreto de los lamas.

Y así, por unos días intiman con Neruda,
escuchan a Vallejo, pronuncian Cardenal, dicen Solentiname.
Pero de pronto (sin dar explicaciones)
la realidad quiebra el hechizo
y prefieren la lógica concreta a las palabras,
a ese feroz amor que pinta soles holandeses,
talla al dios de las cosechas en el jade,
burila el oro de los tequendamas
y las frases escritas en una servilleta de papel
(ramas de sauce de las dedicatorias)
pasan rápidamente a los recuerdos.

Sádicos muchachos de Bretaña
lavan por diversión a las gaviotas
que se alejan confiadas
ignorando que el detergente
las hace sumergibles
y al posarse en aguas de la Mancha
se hunden como el Titanic
golpeado por el Iceberg


Genghis Khan ordenaba desollar al vencido
y los inquisidores hacían gotear
vinagre en las heridas
para que el sufrimiento
perdurase en pobres campesinas
acusadas de brujas
por haber amado un diablo
varias noches

Naturalmente,
estas mujeres
¿prácticas?
por motivos diversos
desconocen la historia real
de Scherezade…
a quién tan sólo
las palabras
salvaron de la muerte.


Desconozco el autor o autora de este poema. Después de muchos años buscando su origen, lo he encontrado en un panfleto de la Biblioteca Virtual Cervantes intitulado Remedios la bella, que no está firmado. Cualquier información será bienvenida.


Resuelto. El autor de este poema es Horacio Salas.