Ahora que estoy hundido, puedo decirte tantas cosas. Ahora que me siento triste, que estoy vencido. Ahora que he perdido todo lo que nunca tuve, montón inerte de maquinaria inmóvil, náufrago vomitado por la nieve.
Mis esporas de ilusión se han multiplicado. La bella fantasía de mis sueños se ha perdido. Los viejos amigos que antes tuve se han quedado colgados. Estoy solo, porque esta noche bailan los recuerdos bajo la gigantesca moneda de plata de la luna. Estoy solo, porque no sois de mi mundo y sus habitantes han huido.
Todos los que fui andan lejos de mi cerebro. No quisiera retenerlos: son libres, son agua, son lluvia, sol, flor, pájaro, cadáver y gaviota. Han desertado. Hicieron bien.
Mi mundo se destroza. Caen los hierros retorcidos, los escombros, se queman los poemas. Me gustaría besar los labios azules de la muerte, copular con ella entre las margaritas del parque, penetrar en su ser como la aurora empuja al día, revolver con ansia sus entrañas esqueléticas. Me gustaría hacer el amor con la aurora, arrojar todos los coches de esta maldita ciudad al río. Beberme de un golpe todas las miradas de tus ojos secos y perseguir tenazmente una estrella por la orilla del mar. Quisiera girar alrededor de tu mundo. Mi mundo, ya lo sabes, se destroza.
¡Llévame contigo! Quiero viajar a tu mente, darte la mano despacito, arañar pedacitos de miseria de las paredes de tu cuerpo. Quiero acariciar tus senos y encontrar la dulce sorpresa de tus pezones. Imágenes de mi vida acuden desde el olvido, se precipitan en mi cuerpo como si quisieran arrastrarme. Me hacen daño.
Burlaré a los asesinos del hombre. Los verdugos están en la calle, esperando mi regreso. Vuelvo de un largo viaje y estoy seguro de que nunca sabrás dónde he estado.
Navegué las tierrras en un arado; he sido buey, labrador y semilla. Luego estuve deambulando por el asfalto, perdido como un búfalo en el desierto. Salté por encima del odio, del orgullo, del dolor del todo. Estoy hambriento y cansado, déjame dormir en tus rodillas.
Déjame dormir en tus rodillas, déjame ser un sueño. Quiero saber que estoy dormido para siempre, que estoy inerte, que estoy muerto. Quiero saber por qué no existo. Quiero olvidarme de que estoy siendo. Déjame caerme de mi paraíso, volar como si fuese un niño. Y luego, darme cuenta de que estoy vivo, palparme, sentirme, aborrecerme, despreciarme. Quiero luchar por lo que vivo. No quiero nada, quisiera el no, quisiera irme.
Y me digo: ¡Basta! Escribo. Es lo que hago y porque lo hago me siento nuevo. Quiero quemar mis esperanzas en las hogueras mortecinas de los sin ley. Mirarme en los espejos sin fondo de tus pupilas y avanzar hasta el final de los caminos.
Una vez, cuando era flor, hablé del sol con los pájaros. Una vez, cuando fui estrella, tuve celos de la luna. Otra vez recordé el tiempo exacto que duró mi vida como buitre, como carcajada, como suspiro. Dios no existe.
Dios no existe, pero nos hacen creer que es necesario.
Dios existe, es superior al hombre, lo domina, lo humilla. Dios es el Poder, es el Estado, son Ellos. ¿Me creerás cuando te diga cuanto Lo odio?
Ellos se han ido, yo permanezco. Pero soy fugaz como un lugar, como un perro callejero; soy vulgar como una caja de cerillas, como un papel carbón, como un pañuelo negro. Estudio mi sitio antes de sentarme, pero luego no me siento. Soy un árbol con los párpados llenos de rocío. Soy un hombre con las manos llenas de lágrimas. Las perlas rodaron hacia las alcantarillas, las ratas de ciudad tienen un nuevo postre en su mesa.
Si estoy loco, amo mi alucinación cotidiana. Soy esclavo gratuito de mi fantasía, gustoso y espontáneo hasta donde el dogal de mi cuello me lo permita. Llamaré a un herrero para que rompa los eslabones; llamaré a un mecánico para que venda mis tuercas y tonillos a granel. Abandonaré mi cuerpo en una esquina del camino, para que no digas que tuve la amargura de no haber sido y el recuerdo de ya no ser. Vivirás conmigo como si la tierra nunca fuera a confesarnos cuál es su hijo.
Te diré “¡Hola!” y “¿Como estás?”. No volveré a tomar el tren de la demencia antes de medianoche. Calentaré mi cuerpo al sol de los planetas, danzaré como si fuera el último, como si fuese único, como si llorara.
Te diré -¡Adiós! Seré para ti como la espuma del mar para la playa, como la huella del reno para la nieve, como el árbol caído en la montaña. Me haré pequeño, inexistente, me perderé en tus bolsillos, en tus pelos, en tus pendientes de cristal. Me cortaré las venas, les haré un nudo y predicaré por los senderos todas estas mentiras.
Tiraré tus muñecas a la basura, no me gusta verte jugar con los sentimientos de los hombres. No sé si alguna vez te he dicho que me haces daño cuando me miras porque siento que puedo vaciarte como a una botella de ginebra, volverte del revés como a unos pantalones rotos. Mis amigos han huido, ¿por qué te callas?. Tú no tienes la culpa, nunca supiste quiénes eran, jamás los conociste.
Brinca por encima de mis hombros, abre las piernas hasta apoyarte en el horizonte infinito de los mares. Hinca tu cuerpo en la arena de mi patíbulo, estás deseando que llegue a ti y entonces seré tuyo. Pero nunca lograrás apoderarte de mi ego destrozado.
Enero también ha huido. Escapó con su mochila para ver a Venus en la galaxia de los sin patria. Todos perseguimos una lucha indeseable, todos queremos más vida. Pero nadie nos la dará, habrá que tomarla.
Y aquí estamos, peregrinos, mendigos, enfermos, endemoniados. Despreciando el perdón divino, marionetas sin cadenas, payasos nocturnos.
Perseguidme otra vez por las calles, mis perpetuos agobios. La yerba crece en las esquinas, el sol luce en los rincones. Las sombras huyen a vuestro paso, pero yo soy un hombre tranquilo. Hojas de coca brillan en los tejados de las mansiones de los millonarios de otra tierra. Los ministros dictan órdenes absurdas que nadie cumplirá. Creo que todos los sentimos cuando te fuiste, mi amigo del alma, mi yo.
Mis colegas están sentados en los bordillos de la calzada. Un amante las cosas hermosas descansa para siempre lamiendo mi sangre en el asfalto. El humo me ciega, el ruido me aturde, odio tanta gente desconocida. Parlotean sin parar de cosas estúpidas, queman su mente sin dueños, fantasmas con número, no-personas, eternos vigilantes de sí mismos. Neura, mierda, humo, ruido, gente, agobio, coches, ciudad, mando, disciplina, sometimiento, humillación. Estoy hundido, sacadme de este pupular, de este quasar, de este agujero negro. Por favor.
Aquí no hay luz, no hay manos que vuelen, no hay bancos en los parques ni flores en las macetas. Sólo números detrás de un número, síes dóciles posándose en los labios marchitos de los que nunca supieron ser una puesta de sol. Hay insultos, promesas, enfados, perdones. Construyendo una horrorosa comedia bufa de la que no podemos salir y a la que no queremos bajar. Nadie hace castillos de arena, ni sube a los árboles con los niños. Ritmos monocordes que no son música, flashes dolorosos que no son colores.
Destrozáis mi universo como rompisteis el barrio de mi infancia. Lo llenáis de ladrillos y cemento. Ponéis barrotes en las ventanas, fósforos ardiendo en los buzones llenos de cartas de amor. Hacemos equilibrios sobre píldoras volcánicas, malabares con micropuntos ardiendo bajo las cejas, amor con excipiente cantidad suficiente.
Quemar literatura es algo demasiado lógico para ser cierto.
Y toda una presencia inconmensurable. Y todo un montón de billetes de euro pavimentando matemáticas pretensiones sin argumentos. Televisores en color, hologramas, música de los grandes hermanos de la cifra. Alguien canta como un gorrión masticando insectos. Arroja la colilla encendida en el depósito abierto del todoterreno. Vístete del color de la fruta, pierde tu mirada bajo una piedra de coral.
La tierra muere. Sueño con bosques inmensos en el Norte, descansar en un lago añil. Feliz en la taiga virgen, en la playa desierta. Feliz en mi mundo, si no lo hubiérais destrozado.
Mi mundo se destroza. Requiem para mi mundo.
Cuento del mes de Diciembre de 2023
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