Si realmente Dios
hubiera querido con su sufrimiento borrar
los pecados de los hombres

Ella
habría bajado a la tierra en persona
la Madre habría parido a la Hija con dolor
y el ángel o el espíritu
sería una Matrona, una Amiga
enjugando el sudor y cogiendo la mano
cuando vinieran las contracciones.

Claro que la Diosa no nos habría hecho
hombres arrogantes, violentos y territoriales,
sino mujeres cariñosas y solidarias,
repartiendo consuelo a los afligidos,
besando rodillas desolladas por las caídas.

Claro que los hombres
no habríamos escuchado la palabra de la Hija,
la hubiéramos quemado como bruja
y nadie la recordaría.

Quizás ya pasó alguna vez.