Llámanse así a los errores de escritura del escritor, en contraposición a los del tipógrafo (que reciben el nombre de mochuelos) y los verbales (conocidos como lapsus linguæ).


Aquí recogimos uno de Henri Zvedan, proveniente del libro 2666 de Roberto Bolaño y presuntamente extraído junto con otros del libro Museo de errores de Max Sengen buscador de erratas (sic). En esta novela, los protagonistas leen un libro

…(que no era el Museo de errores francés ni el de Sengen), cuyo título Archimboldi no pudo ver, y se pusieron a leer en voz alta una serie de perlas cultivadas…

Investigando por ahí, he encontrado la misma recopilación de Lapsus calami de Max Sengen en una página del Instituto Cervantes cinco años anterior a la publicación del libro de Bolaño firmada por el ortotipógrafo José Martínez de Sousa, al que admiro profundamente. Navegando un poco más, encuentro otra página con las mismas frases, en la que se cita como procedencia una recopilación de Martínez de Sousa, Op. Cit., p. 96.

Parece que Bolaño hace un homenaje oculto a Martínez de Sousa en su obra, citando uno de sus libros cuyo título Archimboldi no pudo ver. A pesar de que es improbable que los protagonistas, de lengua alemana, consulten un libro en español.

Recordemos también que 2666 se publicó como obra póstuma y que hay que considerarla un borrador. Borrador muy avanzado, capaz de ser publicado y considerado incluso como obra maestra pero inacabada. No sabemos si en las intenciones de Bolaño estaba corregir este pasaje.

Por cierto, ¿alguien sabe cuál es el libro de Martínez de Sousa involucrado en esta hipótesis?

Cómo habréis supuesto, esta introducción no es más que una excusa para copiar y pegar la lista de Lapsus calami para nuestro común disfrute. Hela aquí:

  • «¡Pobre María! Cada vez que percibe el ruido de un caballo que se acerca, está segura de que soy yo» (El duque de Monbazon, Chateaubriand).
  • «La tripulación del buque tragado por las olas estaba formada por veinticinco hombres, que dejaron centenares de viudas condenadas a la miseria» (Dramas marítimos, Gaston Leroux).
  • «—¡Vámonos! —dijo Peter buscando su sombrero para enjugarse las lágrimas» (Lourdes, de Zola).
  • «El duque apareció seguido de su séquito, que iba delante» (Cartas de mi molino, de Alphonse Daudet).
  • «Con las manos cruzadas sobre la espalda, paseábase Enrique por el jardín, leyendo la novela de su amigo» (El día fatal, de Rosny).
  • «Con un ojo leía, con el otro escribía» (A orillas del Rin, de Auback).
  • «El cadáver esperaba, silencioso, la autopsia» (El favorito de la suerte, de Octave Feuillet).
  • «Guillermo no pensaba que el corazón pudiera servir para algo más que para la respiración» (La muerte, de Argibachev).
  • «Esta espada de honor es el día más hermoso de mi vida» (El honor, de Octave Feuillet).
  • «—Empiezo a ver mal —dijo la pobre ciega» (Beatriz, de Balzac).
  • «Después de cortarle la cabeza, lo enterraron vivo» (La muerte de Mongomer, de Henri Zvedan).
  • «Tenía la mano fría como la de una serpiente» (Ponson du Terrail).
  • «El cadáver miraba con reproche a los que lo rodeaban.»
  • «¿Qué puede hacer un hombre muerto por una bala mortífera?»
  • «En las cercanías de la ciudad hubo rebaños enteros de osos que andaban siempre solos.»
  • «Por desgracia, la boda retrasóse quince días, durante los cuales la novia huyó con el capitán y dio a luz ocho hijos.»
  • «Excursiones de tres o cuatro días era para ellos cosa diaria.»