Volvemos al pasado después de nuestras incursiones en la computación ubicua (I y II). Nos situamos en la Inglaterra del siglo XIX. El Imperio Británico, al igual que las otras grandes potencias marítimas de la época, era un gran consumidor de tablas numéricas para la navegación, pero los errores tipográficos y los inevitables de los calculadores humanos provocaban incluso naufragios.

En esta época ya eran usadas tarjetas perforadas. El telar de tejido, inventado en 1801 por el francés Joseph-Marie Jackard (1753-1834), usado todavía en la actualidad, se controla por medio de ellas: las tarjetas se perforan estratégicamente y se colocan en cierta secuencia para indicar un diseño de tejido en particular.

Charles Babbage (1793-1871), el visionario catedrático de Cambridge a quien dedicamos hoy nuestro artículo, poseía un retrato suyo fabricado a partir de unas 10.000 tarjetas perforadas. Conocía también las máquinas de Pascal y de Leibnitz y, apoyado económicamente durante diecinueve años por el gobierno inglés, concibió, planeó y casi realizó las dos máquinas de calcular más completas jamás imaginadas hasta el momento. Se dice de Babbage que si hubiera vivido en la era de la tecnología electrónica y las partes de precisión, habría adelantado varias décadas el nacimiento de la computadora electrónica. Irónicamente, su obra se olvidó de tal forma, que algunos pioneros en el desarrollo de la computadora electrónica ignoraron por completo sus conceptos sobre memoria, impresoras, tarjetas perforadas y control de programa secuencial.

El primer proyecto de Babbage fue la máquina diferencial (difference engine). El objetivo principal de esta máquina era calcular tablas de logaritmos. A pesar de haber gastado una suma ingente en su realización, Babbage nunca llegó a completarla. Clément, el artesano encargado de la fabricación, no pudo llegar con la tecnología de la época a los altos estándares exigidos en los pliegos de condiciones del diseñador.

La máquina fue finalmente construida por Pehr G. Scheutz (1785-1873) con el apoyo financiero de la Real Academia de Ciencias de Suecia. Diversos prototipos de la versión simplicada de la máquina diferencial, conocida ahora como máquina de tabular estuvieron en funcionamiento durante todo el siglo XIX a ambos lados del Atlántico.

En 1834, Babbage concibe la máquina analítica (analitycal engine) y deja de trabajar en la diferencial. En esencia, ésta era una computadora de propósitos generales. El catedrático de Cambridge la definía como una devanadera de cifras capaz de hacer todas las operaciones matemáticas imaginables. Según los planos, la máquina analítica debería sumar, restar, multiplicar y dividir en secuencia a razón de una opración por segundo. El diseño requería miles de engranajes y mecanismos que cubrirían el área de un campo de futbol y necesitaría la fuerza motriz de una locomotora. Los escépticos le pusieron el sobrenombre de la locura de Babbage.

Charles Babbage trabajó en su máquina analítica hasta su muerte. Los trazos detallados de Babbage describían las características incorporadas ahora en la moderna computadora electrónica, incluyendo un programa grabado en tarjetas perforadas.

En 1843 Lady Ada Augusta Lovelace (hija de Lord Byron y colaboradora de Babbage) sugirió la idea de que las tarjetas perforadas pudieran adaptarse de manera que propiciaran que el motor de Babbage repitiera ciertas operaciones. Debido a esta sugerencia Lady Lovelace es considerada el primer programador informático de la historia. El lenguaje de programación ADA fue bautizado así en su honor.

Desgraciadamente, las limitaciones técnicas impidieron la realización de la máquina. Hubo de esperar un siglo y la aparición de la tecnología electrónica para que el sueño de Babbage se hiciera realidad. La unión de la máquina de vapor, los mecanismos de relojería y los molinos de agua y viento no eran suficientes para el genio o la locura de Babbage.

Originalmente publicado en CiberSur nº 9, Mayo 1999