Cuando llegué al colegio, faltaban seis compañeros de mi clase de sexto de bachillerato (el penúltimo curso de enseñanza secundaria de entonces). Teníamos quince o dieciséis años y casi ninguno de nosotros había besado todavía a una chica.

Uno de los profesores (no recuerdo quién, pero quizás fuera el Padre Luis) nos contó que habían sido detenidos por la Brigada Político y Social de la Policía Secreta junto con otros cuantos chavales del curso superior.

¿Su delito? Haber salido a pegar carteles medio filosóficos medio políticos, proponiendo juegos de «happening». ¿Su fallo? No haber mirado el almanaque y haberlo hecho la víspera del 14 de Abril. Cádiz estaba minado de policías.

Se les había olvidado avisarme para la aventura. Mal hecho, porque yo sí era consciente del día que era. Aunque quizás lo hicieran de buena fe, porque yo ya había sido detenido anteriormente en alguna manifestación y pensaron que era mejor que no fuera.

Al final no pasó nada. Muchos de ellos eran de buena familia y el régimen ya veía venir la democracia. Nosotros no, la verdad.

Peor lo pasó el turista inglés que se bajó de un crucero con un chubasquero tricolor y fue apaleado en la misma acera del puerto sin comprender porqué. Mis amigos solo se llevaron un buen susto y algún guantazo. Y dos días en comisaría. Y una ficha policial que solo ha borrado el tiempo. Y los castigos correspondientes (o no) de los padres.

Y un recuerdo que dura treinta años. Por ese recuerdo, entre otras cosas, mañana celebraremos un sueño que no conseguimos. Aunque no seamos ya republicanos. Aunque alguno no lo haya sido nunca. Porque no hay que olvidar nunca contra quién ni porqué.

¡Feliz aniversario!


Escrito el 14 de Abril de 2006